Por ser una extraordinaria persona querida por todo el mundo y un gran profesional de la carpintería de obras, Olegario De Celis Obeso se convirtió el sábado sin saberlo en el principal protagonista de una comida de hermandad en Movejo, organizada por José Antonio Gómez Abad. Todo simpatía y amabilidad, Olegario a sus 88años de edad, agradeció de corazón el homenaje tributado por su amigo Toño que es el gerente del Hotel Asador Los Valles de Salces.
Unas 250 personas asistieron a la comida de hermandad de Los Tojos y la Hermandad de Campoo de Suso, unos a caballo, otros a pie y en vehículos por una pista de montaña muy bien cuidada por cierto. Un grupo de voluntarios se hicieron cargo de los fogones de la finca y de la logística de una comida tan multitudinaria. Una gran sardinada, chorizo criollo, ensalada de la huerta y abundante olla ferroviaria de patatas y carne de ternera. Por cierto, no faltó ni el buen vino ni el té con orujo.
A los postres en el exterior de la finca, la hora del homenaje a Olegario De Celis, que emocionado confesó haber vivido en plenitud de facultades una vida dura, siempre en las labores profesionales de carpintería de obra, “trabajando para patronos como para el difunto Macho, Santos ó Peñas, colocando puertas, rodapiés, ventanas, tejados y haciendo encofrado”. Confiesa que si hubiera cobrado un euro por punta clavada, “me habría comprado un coche y un chalet, ahora, sí tuviera que tirar de pico y pala estoy seguro que me moría de hambre”.
No se queja de la vida que ha llevado, porque ha trabajado en muchísimos pueblos del sur de la región, en Aguilar de Campoo, en Barruelo y en los valles de Sedano y de Iguña, entre otros lugares. “En unos sitios me fue bien, en otros no tanto, he vivido de todo y anécdotas muchas porque trabajo no me ha faltado”.
Del premio hace partícipe a su mujer Trinidad Barrio y a los vecinos de Salces que se han portado bien conmigo. “Puedo decir alto y claro que en esta vida no me he metido con nadie, no he tenido pegas y he recorrido todos los pueblos para trabajar como operario”.
Sobre las diferencias del antes y después de su trabajo, Olegario ve como antaño si en una puerta había sobrante, “teníamos que coger la garlopa de madera y hoy es eléctrica; y antes colocábamos una cerradura con el birliquín, y hoy se hace con el taladro”. Recuerda con agrado su estancia en Francia, país en el que trabajó colocando puertas, y como no conocía el idioma, se comunicaba por señas.
Después de la comida y del homenaje hubo un animado festival folklórico hasta bien entrada la tarde de un día caluroso en un paraje emblemático de los Tojos y de Campoo de Arriba.
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