domingo, 12 de mayo de 2013

La promoción de Tercero de Bachiller del Colegio San José de Reinosa, 1971-72, se reencuentra después de cuatro décadas.

Participantes en el Encuentro de Promoción de III de Bachiller del San José.

Una misa conmemorativa y una comida de hermandad centraron este sábado la actividad de la promoción de Tercero de Bachiller del Colegio San José de Reinosa, años 1971-1972. A los postres unas cariñosas palabras de uno de los organizadores, Carlos Valentín, que agradeció la disposición del director del centro educativo y del hermano Floren, que respaldaron la feliz iniciativa, así como al Ayuntamiento de Reinosa, por su aportaciones.

Valentín destacó el trabajo de compromiso y coordinación de "Kankel" y "El Chileno", y la aportación fotográfica de  Ángel Ruiz, Andrés "el marqués" y Saturio Díez López. "Gracias a todos vosotros por la ilusión y empeño con la que habéis arropado la iniciativa".

El organizador confesó haber vivido momentos entrañables, a la hora de contactar con los miembros de esta quinta, que acogisteis satisfactoriamente la idea, muestra de ello es la asistencia de setenta y tantos alumnos.

Esta historia comenzó en el año 2004, con motivo de una exposición fotográfica conmemorativa del Centenario del Colegio San José. Viendo las imágenes pensé que "sería interesante volvernos a juntar, espero que la nueva reunión no se demore tanto en el tiempo".

El antiguo alumno del San José terminó teniendo un recuerdo muy especial de sus padres y familiares, que hicieron posible que "nos conociésemos y que tanto empeño pusieron en nuestra educación". "Ellos sin proponérselo han sido los grandes culpables de que estemos todos juntos".

Al aire de Campoo.
Escrito por el Hermano José (Floren).

Queridos amigos:

Os saluda este superviviente de los años 70, educador cuando estabais en plena formación en vuestra etapa colegial. Os saludo por esta feliz iniciativa, en representación del centro, capitaneada por don Carlos como cabeza visible, y por otros ilustres compañeros que colaboraron en un segundo plano.

Habéis hecho algo nada fácil, agrupar en torno a esta mesa, nada más y nada menos, que a casi la totalidad de copañreos de aquellos lejanos años. Tal vez algunos de vosotros no os hayáis vuelto a encontrar tras la friolera de cuarenta y tantos años. Ya ha llovido.

El año de gracia de 1972, éste que os habla en estos momentos, arribó a las orillas del Ebro, como un desorientado Colón en busca de nuevos mundos. Mi edad frisaba los treinta años, plena de energía para proseguir en el San José de Reinosa la labor educativa comenzada en el colegio de Portugalete.

Dio la casualidad que llegué rezagado al curso, y el director a la sazón, el hermano David García, me dijo escueto y seco: "esto es lo que hay, tienes que dar las historias de cuarto de bachillerato y las ciencias naturales y dibujo de quinto". Pensé que no es como las lentejas, que si quieres las comes y si no las dejas, esto es sí o sí. Como hijo de obediencia, agaché la cabeza y humildemente contesté, amén, hermano director. Y que Dios nos coja confesados.

Conmigo llegó un jovenzuelo despierto y descarado para su edad, que fue vuestro profesor de referencia, el hermano Joaquín, que ahora está en el centro que la Congregación tiene en Alta, a cuatro mil metros. Otros hermanos de la época los paso de largo.

Justamente vosotros que aquel año estabais en cuarto, por esa carambola de cambio de organización, os quedasteis sin mi inestimable participación. Mi trato directo con vosotros fue escaso, diría que nos conocíamos de refilón y de soslayo.

Sin embargo, fui testigo de vuestro funcionamiento fuera del aula. Con permiso de la concurrencia, y abusando de vuestra paciencia, permitidme que enumere algunos recuerdos sueltos que vosotros protagonistas sabríais matizar con más enjundia que este pobre cronista.

Contra la pared. En el patio disputabais un trozo de cobertizo, para participar en un juego desconocido para mi, y seguro para el resto del mundo mundial, por haber sido inventado en el Colegio del Sanjo. Se trataba del contra la pared.

El cobertizo era el único escenario que reunía las condiciones exigidas, y que con su trágica muerte y con las nuevas estructuras y tecnologías, quedó arrinconado para siempre. Cuántas horas haciendo malabares con la cabeza y balón para burlar la estrategia del equipo contrario.

Al toque de campana. Otro recuerdo era ver vuestra llegada al sprint para no llegar retrasados, desde la portilla hasta el aparcamiento. Entrada triunfal de aquellos que erais de los pueblos, entonces bastantes, y de aquellos que vivíais en los extra radios de Reinosa.

Todos a la vez, haciendo quiebros y regates entre los compañeros que se acercaban a las escaleras de lo que llamábamos el perrón. Nunca vi asistir en el botiquín de urgencias atropellado por alguno de aquellos velocípedos, lo que demuestra vuestra habilidad y pericia en el manejo de la montura. Aquello eran bicicletas.

La última calada. Ya de mayores, los rezagados que pudieran tener problemas con la autoridad disciplinaria, eran aquellos que apuraban hasta el máximo el toque de campana para la última calada, no se si de ducados o algún matarratas cualquiera, antes de cruzar la línea roja del cobertizo.

Semillero futbolero. Recuerdo aquellos partidos del balompié entre clases que rotaban en las distintas parcelas dedicadas al fútbol, las más de las veces convertidas en impracticable patatal. De este semillero futbolero, raro era el que no salía con ficha fija para enrolarse en aquellos equipos que entonces eran sus primeras aspiraciones, antes de dar el salto a la fama profesional: el San José de Julio y Maguregui, la Westing de Felipe, el Rayo de Sami, el Matamorosa de Federico. Todos los equipos con brillantes historias que os entretenían bastantes horas semanales, creando entre vosotros una sana y vecina rivalidad.

No me olvido tampoco del baloncesto, que aunque de minorías, también tenía sus fieles practicantes, que se lo digan a Esteban, el varal de Mataporquera. Hago un aparte, porque entonces la colonia del pueblo cementero era numerosa y la empresa de transportes de Pelaz algunas veces estuvo tentado en bajarlos en la Venta de Pozazal y que vinieran de pre calentamiento hasta el colegio.

La trompa, las canicas y el burro. También eran deportes dependiendo de las épocas la trompa, las canicas el burro, y si me apuráis, hasta las repetidas vueltas al campo y no por gusto, que para estas era todo el curso temporada.

Las tortilla de Milagros. En aquel entonces, sabían a gloria las tortillas de Milagros que vendía sin ánimo de lucro en el pénjamo, arropada de toquilla y el brasero en los duros recreos de invierno. Y los barquillos también que a la puerta del cobertizo vendía el bueno de Liborio, y las barritas negras de regaliz que daba contadas con exactitud en la ventanilla de librería el hermano administrador por pronto pago.

No se estilaban entonces los proyectos convenius ni erasmus, pero había unas excursiones de fin de curso, que creaban una expectación importante en aquel mundillo estudiantil.

Aquel curso en el que os conocí por primera vez fue crucial, ya que muchos en su finalización oteabais las puertas de la Naval, para entrar de cabeza a su Escuela de Aprendices, qué gozaba de justa fama.
Otros seguisteis bajo la férrea disciplina colegial, el continuar en el viejo bachillerato que tenía las horas contadas antes de la reforma, probando otros la salida al mundo laboral.

Años más tarde el colegio ha prolongado la vivencia de algunos de vosotros en vuestros hijos.
Hoy 11 de mayo de 2013, entre la alegría de la emoción de encuentro oficial, irán saliendo o habrán salido ya espontáneamente, el rico e intenso acervo de anécdotas de aquellos vistos desde la perspectiva del tiempo felices años.

Amigos, aquellos mimbres con los que fuisteis tejiendo vuestra infancia, adolescencia y primera juventud, en estos volubles tiempos han sido barridos por un irrefenable vendaval: la tienda de Milagros ha sido barrida por el consumo masivo de chupitangas de la zona; el deporte base y entrenamiento que consumía tantas horas de patio y calzado, por esos insignificantes, por esos déspotas aparatillos que son el sueño, ensoñación y hasta la esclavitud de muchos de vuestros hijos, los jóvenes de hoy.

Hasta el colegio, el viejo San José de toda la vida, se ha puesto de un moderno subido, ha renovado más que su ajuar, para no perder el paso de la historia y apostar fuerte por esta noble y fría tierra campurriana.

Lo que nadie ha podido barrer en vosotros, estoy más que seguro, porque está enraizado en aquellos principios básicos que os transmitieron vuestros progenitores, y complementándolos, los valores que como llovizna sobre cesped, os fue empapando como el día al día machaconamente el colegio, desde las oraciones de entrada y máxima en el tablero, hasta las misas de don Olegario, el párroco a la sazón de la época.

Todo ello os forjó en una parte lo que ahora sois, y la otra parte, la profesional, es de cosecha propia e intransferible, con un único secreto a voces, el esfuerzo, y creo que todos vosotros le habéis hecho.

Otros años, otras épocas, ni mejores ni peores, eran distintas, que con el paso del tiempo se siguen añorando, porque a pesar de aquellas carencias y limitaciones manifiestas, y los clásicos apurillos estudiantiles, fuisteis la mar de felices.

Y que os quiten lo bailó, al aire de Campoo.

Hoy es tiempo de intercambio de nostalgias, esa mercancía que se lleva en la mochila del corazón, y que administramos a pequeñas dosis para que dure. Es momento de explayarse, de realizar un recorrido por el túnel del tiempo, y sacar a luz aquellos recuerdos de aquellas se supone inocentes travesuras y trapacerías estudiantiles, a espaldas de las normas y de los reglamentos.

Personalmente soy un  redomado sentimental, y me quedo con aquello, aunque el sistema me tilde de carrozón. Será que para mal o para bien lo soy. Qué le vamos a hacer. Será que cada uno es hijo de su tiempo y a mucha honra. Y volver de vez en cuando la mirada hacia atrás, con mesura, tampoco viene mal ni empacha.

Al cabo de la friolera de cuarenta y tantos años, parece que fue ayer, algunos ya con la tejas al viento, os quedan gracias a Dios, aceros afirmativamente la pregunta reflexión del poeta, somos los hombres de hoy aquellos niños de ayer, y gritad conmigo, VIVA LA PROMOCIÓN DE LOS CINCUENTA TACOS.
            
        































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